El arquitecto como creador y las marcas

En tiempos pasados, la arquitectura en sí misma era capaz de representar el lujo, el poder e influencia, de sectores de la sociedad con poder económico. Con una mirada hacia el pasado, los Médici anhelaban que sus edificios reflejaran su poder y su influencia y destacaban la labor de sus arquitectos como una forma de enaltecimiento de la cultura y del arte, elegían a sus arquitectos justamente para poner el énfasis en ello. En épocas más recientes el nombre del arquitecto era sinónimo de calidad y excelencia, como las obras de los grandes maestros del movimiento moderno, como Frank  Lloyd Wright o Le Corbusier eran símbolos de estatus y obras de arte en sí mismas.

Sin embargo, en la actualidad, las cosas han cambiado. La arquitectura tiene limitaciones para representar el lujo por sí sola, sino que debe estar asociada a una marca de renombre. Casas Armani, Casas Lamborghini, Hermès y otras se han convertido en ejemplos paradigmáticos donde la identidad del arquitecto se desvanece para dar poder a la Marca. 

En este punto es donde planteamos nuestra reflexión, ¿por qué ha ocurrido esto? La respuesta es compleja, pero podemos decir que la sociedad y en particular los sectores que tienen económicamente acceso al lujo, han optado por las marcas como símbolos de su estatus. El marketing domina el mercado, relegando a un segundo plano al Arquitecto haciendo relevante la marca. De hecho, es aún más desolador, ya que la sociedad ha depositado su elección en las marcas y la imagen, más que en los propios creadores de los edificios. Las marcas del consumo de lujo posibilitan la diferenciación, la exclusividad de las viviendas, su decoración y los enclaves residenciales que han asumido el papel de representar el Lujo.

En la actualidad, el nombre del arquitecto es una cuestión secundaria. En revistas y publicaciones, rara vez se mencionan los nombres de los arquitectos detrás de estos proyectos. La marca se considera a sí misma como el elemento central y esencial. Los arquitectos, a su vez, se ven eclipsados por esta noción, convirtiéndose en una pieza más dentro del engranaje del marketing. En lugar de figurar como los artífices de las creaciones, se convierten en meros componentes anónimos de una maquinaria comercial.

Los arquitectos se convierten en meros componentes anónimos de una máquina comercial

Este cambio profundo en la mentalidad de la sociedad con respecto a la arquitectura que los representa es evidente. Anteriormente, el nombre del arquitecto era sinónimo de calidad y excelencia.

El reconocimiento de la obra con nombre y apellido es también un acicate para la investigación, la creatividad  y la consecución de la excelencia en el trabajo individual.

Así mismo la posibilidad de realizar obras de lujo es un forma de promoción en cuanto al Arquitecto de capacidad creativa, de investigación, de compromiso con los clientes y de desarrollo de las empresas que ejecutan este tipo de obra, empresas constructoras, instaladoras, carpinterías etc. Que ven en la obra de lujo un acelerador de sus capacidades.

Demás está decir que esas obras de las marcas deben por normativa tener un Arquitecto que firme la documentación y se haga responsable de la ejecución de la obra.

La arquitectura ha caído presa de la mentalidad consumista y ha perdido su esencia

La cultura del consumo ha reemplazado a la cultura del arte. Antiguamente, la cultura era un bien de elite, reservado a unos pocos privilegiados. El Renacimiento fue una época en la que el arte y la cultura alcanzaron su máximo esplendor, y las obras arquitectónicas eran admiradas y respetadas. Pero hoy en día, la cultura también se ha convertido en un producto de consumo. La arquitectura ha caído presa de esta mentalidad consumista y ha perdido su esencia.

En este contexto, algunos arquitectos se han convertido en marcas, realizando Obras de Autor. Hay promotores en la costa que han desarrollado proyectos de viviendas, poniendo el énfasis en los arquitectos que había contratado, este es un ejemplo para revindicar y promover.

El lujo no está al alcance de todos.

¿Quién sabe quién es el arquitecto detrás de las casas Armani, Hermès o Ferrari? Las marcas de lujo han eclipsado la figura del arquitecto. Ya no importa quién sea el creador del edificio, sino que el nombre de la marca sea sinónimo de lujo y exclusividad.

En última instancia, es esencial preguntarnos si esta transformación ha enriquecido verdaderamente la experiencia de la arquitectura o si ha perdido su función artística y cultural. Quizás sea momento de reflexionar sobre cómo recuperar el valor intrínseco de la Arquitectura y su capacidad para representar el lujo sin depender exclusivamente de las marcas y el consumismo.

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